La oración de Isabel de la Trinidad, dirigida al Dios trinitario de los cristianos, es una extraordinaria exposición de su espiritualidad y un asombroso estímulo para la oración personal. La oración es relación, diálogo entre el hombre y su Dios, preguntas y respuestas recíprocas... Pero ¿qué significa esta aproximación cuando Dios es pluralidad, Trinidad? ¿A quién hemos de dirigirnos: al Padre, al Hijo o al Espíritu? ¿No es verdad que muchos cristianos tienen demasiado a menudo una percepción excesivamente abstracta y conceptual de la oración?