Cada vez que hago una espera, en esos momentos del crepúsculo, cuando las posibilidades de ver algo empiezan a demandar más atención, es cuando me pongo a pensar en los maestros que han guiado mis pasos en esto de la caza. Cada uno tiene reservada una parcela de mis recuerdos, esos que llevan siempre el sabor de un momento, de unos instantes de juventud en los que escuchaba, anonadado, las experiencias de aquellos que tenían trillado el monte, y el culo pelado de hacer esperas.