1762, el Zar Pedro III muere en un complot y Catalina asume el cargo de emperatriz como sucesora de su esposo convirtiéndose a los 33años en Catalina de Rusia. Aunque organizado por la guardia imperial y por la nobleza, la misma emperatriz secundó el golpe contra su marido y aparentemente aceptó las condiciones de los conspiradores. Sin embargo, desde el primer momento manifestó los planteamientos que habrían de regir su política: fortalecimiento del Estado a nivel interno, apoyo ilimitado a la nobleza y acción exterior agresiva para lograr la hegemonía de Rusia en Europa oriental, y situarse en la comunidad internacional en un plano de superioridad, circunstancia que prometía en regreso a los tiempos de Pedro El Grande, abuelo de su malogrado esposo. Pocas mujeres en el devenir de la historia levantaron tanta polémica alrededor de su persona como Catalina la Grande . Inteligente, culta, autoritaria, sagaz, apasionada, gran estratega y envuelta en todo tipo de conspiraciones cortesanas, la zarina que gobernó Rusia con mano de hierro es, sin duda, una de las grandes protagonistas del convulsionado siglo XVIII.
