¿Quién dijo que el rock había muerto, que ya no encandilaba a los espíritus inquietos y aventureros, que su llama de rebeldía se había apagado, sepultada bajo las cenizas del producto industrial normalizado y el hastío de la formula repetida? ¿Qué pájaro de mal agüero anunció que todo estaba perdido, que no había sangre nueva dispuesta a verterse en los altares de la baqueta feroz y la púa afilada, que la chavalada se refocilaba en otros autismos sonoros y virtuales, olvidándose del viejo compás y el pareado de rima asonante y/o facilona…? ¡Pues se equivocaba, la paloma mensajera, se equivocaba! ¡He aquí un héroe de nuestro tiempo anacrónico, dispuesto a luchar contra viento y marea por la autenticidad y la juventud, el buen rollo y la paga semanal adecuada a las subidas del IPC, todo menos las descargas gratuitas! Empezó como empollón engreído, sí, del todo desentendido de la herencia sicodélica y de las contradicciones internas del post-capitalismo, pero uno de esos reveses sentimentales que roturan destinos lo llevará a convertirse en semidiós del underground y profeta infantil del punk-rock y del NO al sistema y al ecosistema. Qué será de su intrépida aventura, sólo las musas pueden decirlo, cuando vuelvan de vacaciones. ¡Ven Capitán Trueno, haz que en este concurso de Eurovisión global que nos ha tocado en suerte gane el menos malo! ¡Temblad, enciclopedias de la cultura popular! ¡Bienvenidos al concierto, nietos del Pop and Roll! ¡Vuestro impulso consumista nos hará seres eclécticos, amén de adinerados! ¡Con todos ustedes… EL REPELUZNANTE NIÑO VICENTE!!!