Puede que, junto con el amor, la amistad sea uno de los temas más recurrentes de la literatura universal. Efectivamente, Los amigos de Villavieja supone un canto a este eterno sentimiento, pero no es simplemente uno más, sino que, como la amistad en sí misma, tiene el poder de regenerarse y sorprendernos a cada paso con una idea nueva, un recuerdo o una carcajada. Francisco Gómez Gosálvez consigue hacernos rememorar vívidamente el mágico territorio común de las amistades de juventud, pero no sólo eso, sino que también nos transporta a una época y a una ciudad, Alicante, que se puede oler y tocar durante todo el libro. Así, a lo largo de la narración nos veremos inundados por la luz levantina, y cuando, satisfechos, cerremos el libro, lo haremos con una sonrisa en los labios, que nos sabrán a nostalgia y a salitre.