Cruzar la muralla no es una novela de ficción sobre la inmigración y los inmigrantes. O quizás sí. Sus historias son tan reales como las absurdas leyes y las dolorosas fronteras. Existen muchas formas de migrar. Es un fenómeno necesario, dinámico y melancólico. Quienes hemos cambiado de país sufrimos la incomprensión de nuestros hermanos, tanto de los que nos reciben, como de quienes nos despiden. Dejar atrás tu tierra y abrirte a un mundo nuevo es una historia llena de valor y cobardía. Por eso los personajes de este libro cruzan todos los días de un lado a otro, por eso son perseguidos: sus diversos colores y orígenes hacen que los guardianes del mundo los detengan y les pidan sus papeles, les tomen las huellas y quieran analizar su sangre, su saliva y sus costumbres, para asegurarse de que el mundo seguirá como siempre. Lo que ellos no saben es que el mundo siempre ha sido así, un lugar en constante cambio, lleno de corrientes humanas que van de un sitio a otro, buscando el sol que cada vez alumbra más despacio.
