Los diversos proyectos éticos del feminismo han estado atravesados por paradójicas concepciones sobre la identidad femenina. De un modo curioso, esta relación entre ética e identidad al interior del feminismo ha sido tan velada como constante, y por ello más difícil de criticar y atacar sus efectos perniciosos. Desde sus inicios ilustrados el feminismo se planteó como una crítica ética, pero también procuró legitimar una imagen femenina que fuera digna del estatuto de sujeto. Pronto, el seguimiento paralelo de ambas tareas mostró su incongruencia interna. Este libro trata de dar cuenta del desarrollo de tal incongruencia en el feminismo desde sus orígenes hasta nuestros días.