Tu primera carta desde Tánger a tu amigo Isidro, el filósofo que acabó dirigiendo mi tesis doctoral años después, la podría recitar mejorando la redacción de algunas subordinaciones. En España dan los premios literarios por votación de otros tan torpes como el autor, no por el mismo valor de la muestra en sí, “te lu juru”; así es la democracia, o ¿no es así cómo elegís a vuestro presidente también? Tabbun d’yamak, ¡el coño de tu madre! De la segunda, mi favorita de los primeros meses, no me atrevería a mover ni una palabra de las dedicadas a mí, Ia habibi, ¡amigo mío! (...) Fragmento.