Desde que nació Percival, su familia no ha dejado de sacarle parecidos, tiene la nariz de su madre, los ojos de su padre, el pelo de su hermano. Ninguno de sus rasgos parece pertenecerle. Hasta que un dÃa, se va a visitar a sus abuelos, preocupado por no ser nadie. Y durante su corto paseo descubrirá que sus rasgos no son más que una herencia familiar, que no pertenecen exactamente a su madre, a su padre, o a su hermano, sino a todos sus antepasados.