En todo hombre se encierra un profundo anhelo de seguridad, de verdadero hogar, de autenticidad, de libertad y de paz. Es un existencial básico del hombre. La vocación humana fundamental es mirar de frente ese anhelo interior, dejarse llevar y conducir por él; es decir, levantarse y ponerse en camino hacia la meta suprema de la existencia humana, que no es otra que Dios. Bernardo, discípulo de Agustín, sintió el vivo anhelo y la inquietud del reposo y de la paz; y cifró en su adquisición la sabiduría de la vida. ¡Magna res homo! ¡Qué maravilla es el hombre!, nos dice: es imagen, participación, capacidad de Dios, y está llamado a disfrutar, ya aquí y ahora, de su realidad de hombre, de los horizontes ilimitados de la libertad, la verdad y el amor. El P. Ch. Dumont conoce muy bien a Bernardo y a los grandes pensadores y filósofos de nuestro tiempo y nos hace ver en una síntesis serena y lúcida la sintonía de sentimientos de uno y otros. Por otra parte, ha vivido largos años de vida monástica y comparte la experiencia y el valor que el abad de Claraval otorga a los ejercicios de la conversatio cisterciense. Aconsejamos leer esta obra con calma, y sobre todo, acudiendo a los textos que el autor indica. De ese modo se sigue paso a paso el camino que traza Bernardo y nos va acercando al monte de la caridad por el sendero de la paz.