Las palmas de mis pupilas me dieron a beber la fiebre del amor cuando mi copa se hizo rostro de La que a toda belleza supera. En mi borrachera, di a entender con la mirada a los compañeros, que era por beber sus vinos mi secreto regocijo. Consintieron mis ojos en evitar la bebida, pues de Ella procedían tales virtudes, no del fresco vino de la embriaguez.