Los mudéjares y moriscos que habitaron en la península ibérica no formaban un grupo unificado e inamovible. Más bien sucedía lo contrario: circulaban, mantenían intensos vínculos entre ellos y con sus correligionarios del Mediterráneo, propiciando intercambios culturales, de bienes y productos, así como mano de obra. Mientras, los cristianos asistían a estos desplazamientos, los permitían en ocasiones, los sancionaban con salvoconductos o documentos notariales y los reflejaban en sus obras literarias. Y así es como vemos que las autoridades cristianas, incluso en tiempos de guerra, aprobaban medidas dirigidas a la protección del comercio y de la libre circulación de mudéjares y moriscos, garantizando el abastecimiento que los mercaderes cristianos no podían asegurar por encontrarse muchos de ellos combatiendo o pertrechando a las tropas.De forma puntual o permanente, la movilidad, que llegó a afectar incluso a núcleos familiares completos, ha quedado registrada asimismo en textos producidos por ellos u otros musulmanes, motivada también por otras causas además de las económicas, amén de la legislación encaminada a forzar los desplazamientos masivos de estas comunidades, esgrimidas por los especialistas que han participado en este estudio. Estos se refieren a la peregrinación a La Meca, a los matrimonios en comu...
