Comunicación con un mar, concretamente el Mediterráneo, que se muestra cambiante. Unas veces, tierno, suave, como una madre; y otras, impetuoso, con severidad de padre. (De ahí la alternancia del género masculino o femenino para avivar esos sentimientos). En la primera parte, Vivificadora presencia, afloran sentimientos de admiración de un emisor poético ante una realidad mítica, mágica y vehículo de la cultura clásica, en la que se siente plenamente integrado. En la segunda parte, con la expresión simbólica Pájaros sin vuelo, carga con sus frustraciones personales y sociales (referentes a ese entorno). En definitiva, a lo largo del texto poético, un yo contemplativo (simbolizada su existencia como casa), que en ocasiones indaga y también denuncia, en continuo diálogo con un tú representado esencialmente en los campos de posidonias