Los españoles actuales hemos asistido al espectáculo inusitado de una intensa transformación de nuestra sociedad, sin precedentes en la Historia. Los cambios sociales tan bruscos no se realizan sin resistencias ni tensiones. Es definitivo el cambio de signo que significa el pasar de ser una sociedad de continua emigración a otra de fuerte inmingración. Como ejemplo de fuertes tensiones sociales está la resistencia a aceptar el trasvase de agua de las cuencas excedentarias a las sedientas. Se añade la paradoja de que la España seca es la que ve aumentar más su población. Un rasco esencial del momento es la creciente presencia de viejos, como consecuencia de los avances sanitarios y del adelanto de la jubilación. Todos estos y más cambios han influido en la mentalidad de los españoles, y los ha vuelto más tolerantes y pragmáticos, a pesar de lo cual cabe registrar la permanencia de dos demonios seculares: el pesimismo y la envidia. Al final, somos los que éramos.