Año 1990, una ciudad del norte de España. Como en un cuadro de Hooper, hay ventanas iluminadas en el barrio pesquero de Aguaesperanza. Tras una de ellas, un profesor de instituto ve París, Texas en la tele mientras su hijo drogadicto deambula por calles vacías. Muy cerca vive Manu, a quien se le parte el suelo en dos el día en que su madre se marcha de casa. Él decide quedarse con el padre, un comunista sin partido desencantado ante la deriva del mundo, un náufrago en tierra que malvive con trabajos efímeros y que ha optado por los márgenes de la historia. Papavinilo, como le llama Manu en secreto, escucha sin cesar la música de la derrota y alumbra un sueño siempre aplazado: emigrar a Perú, donde se exilió su padre después de la guerra. Manu, en su crecer difícil, aprenderá que hay hilos que te unen a quien quieres y otros que te anudan a tu lugar en la tierra. Los hilos del mundo no es sólo una conmovedora crónica, personal y familiar, de la ética de la resistencia, sino, sobre todo, una lograda reivindicación de la dignidad de los sentimientos.
