«Llegué a Londres en un otoño de mil novecientos ochenta y no sé cuántos. Yo entonces era muy joven [...]. Lo primero que descubrí en Londres es que el trabajo era una mierda [...]. La inspiración de estos relatos no puede ser más clara. Hay cierta gente a la que conocí, gente que me causó una honda impresión [...]. No pagaban la casa, no pagaban la luz, no pagaban impuestos, se vivía con el mínimo imprescindible, la fruta y la verdura la recogían del suelo en los mercados callejeros, algunos pintaban, otros hacían música (aunque sin ningún deseo ni perspectiva de notoriedad), pero la mayoría no hacía nada y yo eso lo encontraba admirable. No querían tener una casa, no querían tener un coche, no querían labrarse un futuro, no querían tener un trabajo, no querían tener un hijo, alcanzar un prestigio o comprarse una tumba. Nunca, ya digo, había conocido gente así [...]. En mis cuadernos de Londres asoman la cabeza y dejan su rastro entre manchas de pintura, satélites de café y algunas lágrimas.» ( Del prólogo del autor )
