Estamos en la sociedad del cambio, de la reorganización permanente. La vida consagrada no es ajena a esta misma tendencia y movimiento. También a ella le ha tocado el momento de reorganizarse. Y ha abordado el tema con discernimiento, sabiduría y generosidad, a pesar de las normales resistencias al cambio. Con todo, hay “otra reorganización” necesaria que va más allá de la meramente institucional. En verdad, ésta es la importante. Es la reorganización de la comunidad bajo el liderazgo del Espíritu. Cuando hablamos de una “comunidad bajo el liderazgo del Espíritu” nos referimos a una doble cuestión: por un lado, al Espíritu como gran protagonista de la comunidad y, por otro, a los miembros de la comunicad como colaboradores de ese liderazgo del Espíritu, cada cual según su propio don y ministerio.