Esta obra, escrita por un recluso miembro del Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores Penados núm. 95, que trabajó en las obras que conducían al mausoleo del monasterio, tiene el objetivo estratégico de impedir que los crímenes del franquismo se olviden. No se trata de juzgar a los que de forma sistemática, desde el primer momento, trazaron un plan de exterminio de sus oponentes políticos. Se trata apenas de que la sociedad cumpla con el legítimo deber de reconocer los sufrimientos de los derrotados, de permitirles reconstruir los itinerarios personales de sus deudos desaparecidos, de recoger los restos de sus finados y de darles una sepultura decente. Derechos que los vencedores usufruyeron en el siglo pasado, recién establecida la victoria y los ojos, ateos, asesinos, separatistas, antipatriotas y masones aún no. Esa injusticia hubiese tenido que ser una prioridad. (_)