La constitución de una verdadera clínica específica es uno de los mayores desafíos del psicoanálisis, si éste no quiere quedar reducido a una forma de psicoterapia, de antropología o incluso de filosofía. Por ello esta especificidad sólo cobra sentido si puede transmitirse algo de ella. La transmisión de la clínica forma parte de la clínica misma y se trata de encontrar el lazo adecuado entre la clínica y lo que de ella se transmite. Es el método el que constituye ese lazo. Se puede hacer la lista de una multiplicidad de vías de transmisión: por el analizante, en y fuera de la cura, por los controles... y por las publicaciones de los analistas. Ésta es la vía explorada en el presente trabajo. Para Freud, el relato de caso, novelesco, fue el lugar donde debían unirse la verdad del paciente y el saber que de ella se transmitía. Pero tropezó con contradicciones. Lacan, por su lado, no publicó casos sino que hizo de su estilo un dispositivo portador de un valor clínico y de un método que le permite a la clínica salir de algunas dicotomías, tales como teoría/práctica o individuo/colectivo, que la encierran en modelos psiquiátricos o sociológicos. Por su enseñanza, Lacan abrió la vía a una invención clínica específicamente analítica cuyos primeros jalones propone aquí Erik Porge.