Imposible, hermético, irrepresentable, misterioso, difícil han sido algunos de los adjetivos que tanto Federico García Lorca como algunos críticos han aplicado a cierta producción teatral suya, representativa de ese «teatro bajo la arena», esto es, de ese teatro no convencional ni superficial por él promovido. Todos ellos, con su diferente significación, apuntan en una misma dirección: la de calificar unas obras teatrales lorquianas, de azarosa vida textual, El público y Así que pasen cinco años, escritas en 1930 y 1931, respectivamente, que, plenas de experimentación, apuntan por insólitos caminos vanguardistas en simultaneidad creadora con otras soluciones estéticas teatrales de, a la postre renovado, corte tradicional, tal como expone Antonio Sánchez Trigueros en el primero de los estudios incluidos en este libro.