En medio de los fastos de la celebración del segundo centenario de la Revolución Francesa (1989), Itxaro Borda destila el dolor y la rabia de su obligado destierro parisino para extraer de ellos una crónica personal, cruda y contundente de la vida del País Vasco Norte. Nos descubre así una realidad que nada tiene que ver con el estereotipo dominante de un pueblo feliz y bucólico que limita su expresión cultural al mantenimiento de su folklore.