En los primeros tiempos del mundo, cuando había poquísimos hombres en la tierra, existían pocos gérmenes, y por lo tanto, pocas enfermedades. Pero a medida que los hombres se hacían numerosos, y se agrupaban en grandes ciudades para vivir juntos en ellas, apretujados unos contra otros, nuevas especies de gérmenos penetraron en sus cuerpos, y aparecieron enfermedades desconocidas, cada vez más terribles. Así, por ejemplo, mucho antes de mi tiempo, hubo la peste negra, que barrió Europa. Luego hubo la tuberculosis, la peste bubónica. En África apareció la enfermedad del sueño. Los bacteriólogos atacaban todas esas enfermedades y las destruían.