Este ensayo expone una teoría del toreo desde los puntos de vista noético, ético y estético. Mantiene una defensa acérrima de la tauromaquia como fiesta nacional, pero siempre proyectada hacia su elevación estética y su depuración moral. Incluye también un interludio personal sobre el Toro de la Vega. El autor se muestra abierto al diálogo con los animalistas, pese a considerar que esas creencias, incluso en su forma más razonable, recaen en tipos de mentalidad próximos a la zoolatría. El ensayo termina con un manifiesto pro tauromaquia en el que propone que las escuelas taurinas formen parte del currículo escolar de los niños que lo deseen con miras a formar su carácter. En conjunto, este libro podría definirse como una equilibrada apología de la tauromaquia.