Las nociones de ética y gobernanza se hallan en íntima conexión, hasta el punto de no poderse abordar a fondo un programa de gobernanza sin tratar cuestiones relativas al uso legítimo y su correlato, el abuso del poder, al menos si la noción de gobernanza conlleva carga axiológica, en calidad de cuasi-sinónima de buen gobierno (y buena administración). A la recíproca, difícilmente podrá profundizarse en el estudio de la ética sin tener en cuenta la dimensión ciudadana de la vida humana, en cuanto elemento indisociable de la idea misma de libertad. Y todo ello porque el ejercicio ético del poder sencillamente es buen gobierno.