Ni la Soberanía es ya hoy lo que era en la era nacionalista decimonónica, ni la homogeneidad cultural interna de las sociedades es - ni ha sido nunca; aunque sólo hoy somos plenamente conscientes de ello- lo que los nacionalistas sueñan. La terminología debería ser capaz de adecuarse a los cambios que ha sufrido el mundo. Y, hoy por hoy, la base más firme sobre la que puede asentarse una teoría de los derechos y deberes individuales y colectivos es la noción de ciudadanía, más que de la voluntad de ese ente colectivo estable y cuasitrascendente que es la nación.