El individuo humano, y no sólo para defenderse del frío, protege su cuerpo con prendas de vestir, entre las que cabe distinguir entre la ropa interior y los vestidos y los trajes, que se ven; protege también su vida cotidiana con puertas -las de las habitaciones de la casa, la del piso, la del portal de la calle-; la protege también con vallas y setos -los que defienden el espacio de los habitantes de una urbanización, por ejemplo-, con murallas y fronteras. La habitación propia reivindicada por Virginia Wolf para la mujer la necesita también el hombre.