En las sociedades postindustriales, las últimas décadas del siglo XX mostraron un panorama en que el consumo, erigido en filosofía de la felicidad, parecía haber suplantado a las filosofías modernas fuertes. Un consumo no sólo de objetos sino de formas de vida, de mundos posibles, que no tiene límites y que por tanto mantiene el deseo siempre en vilo, lo que constituye una razón de vivir para el ciudadano-consumidor. Para que otro mundo sea posible es necesario que, desde su conciencia y su responsabilidad, cada ciudadano haga posible otra banca, otra vivienda, otra educación, otros vínculos sociales y otro consumo. Los autores han visto la necesidad de, en primer lugar, caracterizar el nuevo sistema de consumo propio de las sociedades opulentas e insolidarias de las últimas décadas del siglo XX y, en segundo término, dar cabida a la nueva sensibilidad social que ha emergido en algunas ciudades del mundo capitalista. En esta nueva sensibilidad, el gasto desmedido, la producción infinita de objetos y la acumulación de desperdicios se contraponen a la percepción de finitud de las fuentes de energía y materia y a la creciente y absoluta desigualdad social. A partir de aquí, se proponen nuevas formas socialesen las que el consumo responsable limite los poderes hoy limitados de la gran empresa.
