Históricamente hablando, hubo en la sociedad española del XVII cuatro estados, cuatro lugares legales para las mujeres: la doncella casta, perfecta casada, la sumisa religiosa y la bien regulada prostituta. Ninguna de las pícaras literarias aceptó las normas: Justina se plegó al matrimonio con un pícaro: Elena, la más peligrosa, asesinó a su esposo, y Teresa terminó por roer el duro hueso de un matrimonio muy alejado de la perfecta casada.