Entre febrero y junio de 1874, los carlistas, como hicieran en 1835 bajo el mando de Zumalacarregui, asediaron Bilbao. Durante esos meses, los restos de los obuses, los cánticos militares y las noticias del frente fueron motivo de inocente juego para un jovencísimo Unamuno. Años más tarde, dedicaría más de una década a tejer sus recuerdos, retales de artículos, fragmentos de libros y los testimonios orales recogidos durante su vida en su obra más singular.Zarandeada durante décadas por historiadores con sed de política, es hoy rescatada con un soberbio prólogo de Miguel Sánchez-Ostiz y una cuidada edición que incluye grabados e ilustraciones de la época.