Estas cartas de amor se leen con la misma gratuidad y la misma fruición que una novela, con la fruición de lo que Aristóteles llamó anagnórisis, que despierta por el reconocimiento de la verdad humana de lo representado en el teatro. Pero José y Felicita son personajes reales. Su historia no es una ficción literaria. Ni él ni ella son famosos, ni sus cartas se publican para ser imitadas, sino a sabiendas de que son inimitables en fondo y forma. En estos asuntos, imitar es más bien despersonalizarse. Su valor está en que conmueven el ánimo del lector con una grandeza humana que resplandece en su sencillez sin pretensiones, sincera y paciente. Si algo es deseable que susciten es la esperanza de que vivir Una Historia de Amor como ésta, extraordinaria en lo ordinario, es, también hoy, posible.