Cuando, a comienzos de los años ochenta, una empresa de fondos de inversiones lo recluta, Stan Lauryssens se convierte en marchante de arte y se especializa en la obra de Salvador Dalí. Con el tiempo descubre que el mercado —y su propio almacén— está repleto de falsificaciones y que el mundo del arte es un hervidero de gente dispuesta a lavar dinero negro. Más tarde, atraído por la leyenda del pintor de Figueres, se convierte en su vecino, y después da con sus huesos en la cárcel por cuestiones profesionales.Estas memorias, uno de los libros más hilarantes de los últimos años, se están llevando al cine.