La puntuación se ha perdido para transmitir una mirada impresionista al paisaje, que el lector perciba como ‘impresión’ inicial un conglomerado de colores, perfiles y movimientos de donde surgen ciertas voces primero, una voz profunda, personal al tiempo que emanada de la propia naturaleza hacia el final, como un descenso por ese tobogán que va de fuera hacia dentro. El poema rememora un día pasado en la playa de Chilches con la ex-compañera del poeta y los tres hijos fruto de ambos. En plena crisis, el autor parece refugiarse en un diálogo con la naturaleza que le rodea pero siente que su corazón está sordo, insensible. Quizás sean las voces de los niños jugando con los columpios y el tobogán las que le devuelven esa conexión temporalmente perdida, la que le ayude en un esfuerzo de autoestima a entrever la verde gema tras su corazón asfaltado.