Un aguejero negro, no en el lejano espacio sideral, sino en el corazón de nuestra ciudad. Con gran voracidad, traga todo lo que queremos perder de vista. Engulle carrocerías y hierros viejos. Todo, hasta los malos pensamientos. Pero de repente desaparece, para volver a aparecer, tétrico y amenazador, en el cielo y regurgita sobre nuestras cabezas todo lo que le hemos obligado a tragar.