El impulso que ha hecho evolucionar al hombre, que le lleva a explorar y a superarse a sí mismo, es el mismo que empuja a algunos a escalar las montañas, aunque cada uno de ellos tenga sus propias motivaciones. En la montaña el deportista se enfrenta a la naturaleza, en ocasiones más salvaje y dura, pero también la más sobrecogedora y bella.