El sector agrario ha tenido siempre una fuerte carga simbólica en el imaginario y en al realidad de los andaluces. Un sector dominado por grandes latifundistas, refractarios a la innovación, y una gran masa de campesinos sumidos en la miseria y privados del acceso a la tierra. Sus rasgos aparentemente premodernos han servido para explicar el retraso económico meridional.