En esta carta pastoral para el año 2000, que siguiendo las pautas del papa Juan Pablo II se centra en la alabanza a la Santísima Trinidad, el autor parte de la pregunta que Dostoievski, en su novela el idiota hace por labios del ateo Hippolit al príncipe Myskin: ¿Qué belleza salvará al mundo? y responde: no es una belleza seductora, que aleja de la verdadera meta a la que tiende nuestro corazón inquieto: es más bien la belleza tan antigua y tan nueva... la belleza de Dios.