Escrita en clave de humor delirante, Dioniso Vivo y el señor de la coca resulta una brillantísima sátira que recrea una ficción tal vez no muy alejada de la realidad de algún lejano país latinoamericano. La joven esposa del presidente Veracruz da a luz un gato como inesperada consecuencia de sus experimentos de alquimia sexual. Ante semejante maravvilla de la naturaleza, Veracruz despierta de su impune placidez de político corrupto, y no es que decida dejar de ser latino bananero que es, sino que de ahora en adelante será un déspota ilustrado en los misterios de las artes herméticas. En medio de tanto disparate, el profesor de filosofía Dionisio Vivo decide enfrentarse al cartel de narcotraficantes enviando cartas a la prensa y recibe como respuesta una nada desdeñable advertencia en forma de corbata colombiana. Es decir, los narcos le dejan en su jardín a un señor con la garganta seccionada dejando entrever su rosada lengua, y no será el último. En una convulsa ciudad en la que impera la ley de la plata o el plomo o aceptas el soborno o apareces muerto en el jardín de Vivo los presidentes de la nación son salvados milagrosamente por arcángeles y las prostitutas se encarnan en primeras damas. Entretando un hombre, condenado a la miseria por culpa del amor, sobrevive espantado a sus sesiones como a moscas, es decir, con poca eficacia.