El formidable progreso de las ciencias de la vida (desde la teorÃa de la evolución y la biologÃa molecular a la ecologÃa, la ingenierÃa genética y la sociobiologÃa) no deben llevarnos a rechazar las ideas de vida, existencia, individuo y sujeto, sino a comprenderlas más profundamente. Un acceso definitivo a las complejidades de la realidad viviente requiere una revolución de método: la vida, que emerge por entero del universo fÃsico, es al mismo tiempo algo enteramente original en ese universo. Comparar la vida con la no-vida, no serÃa suficiente; hay que captar también la vida de la vida. La vida no se detiene allà donde comienza el hombre. La frontera que nos separa de los otros vivientes no es una frontera natural: es una frontera cultural, que no anula a la vida, sino que la abre al desarrollo del espÃritu. Toda ciencia del hombre que reduzca la vida a lo privado es una ciencia privada de vida. Pensar la vida ha llegado a ser algo vital para nosotros. Al tiempo de cuestionarnos, la biologÃa ha devenido la ciencia en cuestión. ¿Podemos consentir que la intervención genética y cerebral transformen la vida, nuestras vidas, nuestros espÃritus, antes de que sepamos verdaderamente lo que son la vida, el cerebro, el espÃritu, antes de que seamos capaces de controlarnos a nosotros mismos y de controlar a nuestros controladores?
