En la actual sociedad del mercado de sensaciones, el símbolo está en peligro. La proliferación de imágenes que todo lo quisieran exponer mata el símbolo. Sin embargo, necesitamos recuperar el símbolo para que la vida no se banalice, el pensamiento rompa la cáscara de la superficie, y la religión sea auténtica mediadora del Misterio. La religión cristiana está emplazada a revitalizar su dimensión simbólica para ser verdaderamente escuela de acceso al Misterio de Dios y fuente de humanización en esta sociedad y cultura. Sin ello, la vida creyente languidecerá o huirá hacia formas escapistas.