Palmira ha ido alejando de sí a todo aquel que significó algo en su vida. El suicidio de su hijo y el rencor de su hija se convierten en un revulsivo que hará que desee aventurarse más allá de su cuidado jardín, para dar a los demás el amor y la ayuda que no supo dar en su momento. Tras ejercer un tiempo como enfermera en un barrio de chabolas, decide marchar a un pequeño y desabastecido hospital de Ruanda. Allí conocerá el amor puro, y carnal y sincero.