El gran dios del Firmamento tuvo una preciosa hija, Tanabata-Tsumé, que pasaba los días tejiendo vestidos para su augusto padre. Este trabajo le producía gran encanto, y pensaba que, en el universo, el mayor placer que existía era tejer... Pero una vez, al sentarse delante del telar a la puerta de su celestial morada, vio un bello joven campesino que, conduciendo a un buey, daba por allí y se enamoró de él.