Un viaje hilarante para emborracharse con la música de los treinta. Conduce el barco uno de los críticos más originales y mejor relacionados del pasado siglo. Prólogo de Juan Manuel Bonet. Al terminar la primera gran conferencia de Eusebius, un periodista escribió: Se nos apareció como un hombre antiguo de la corte alborotada y loca de Dionisos. Y al morir, diarios de una y otra trinchera culparon a su ironía atlética de haber convertido en Literatura sus crónicas. Eusebio García-Mina (1890-1944), que pidió prestada a Schumann la máscara de Eusebius, fue uno de los críticos musicales mejor relacionados del pasado siglo. Punzante, irreductible frente a los convencionalismos, incluyó en su cartera de amistades a los grandes artistas de la época: Maurice Ravel, Arthur Rubinstein, Wanda Landowska…Armado de voluntad, los convenció para que fueran a tocar a Pamplona, su ciudad, donde escribió gran parte de sus textos. Para sobrevivir al tedio y a esa guerra que mutiló la música durante tres años–cerca de su casa no había edificios lo suficientemente altos como para tirarse y lograr la defunción–, capitaneó La Nave de Baco, un grupo de amigos que encontró consuelo para el alma en los libros, el alcohol y el mantel. Gracias a su agenda, enroló en el barco de forma permanente a Gustavo de Maeztu; y a Ignacio Zul...
