El pensamiento de Hans Urs von Baltasar y de Adviene von Speyr ha querido siempre y conscientemente permanecer en la cercanía de la vida diaria de los hombres. Porque es la vida cotidiana la que Dios se ha incorporado con su kénosis y, así, la ha llenado de la plenitud del amor. Pero, ¿no ha sido siempre la pretensión del pensamiento permanecer cercano a la vida cotidiana de los hombres? ¿No ha sido el ideal de los sistemas filosóficos y de las religiones poder dar sentido a todo y cada caso, a todo y a cada acto? TY ¿no es precisamente el instante lo que escapa del poder comprehensivo de la idea? Sólo en el Verbo hecho carne la cotidianidad humana ha podido desvelarse no sólo como llena de sentido, sino como receptáculo y depósito acogedor de un don que desborda todo juicio, don de Dios mismo y que es Él mismo. El tiempo, la vida y la muerte, el trabajo y la alegría de la que nace, la fecundidad y la sexualidad, todo ha sido juzgado en Cristo y considerado más que humano.