Este proceso ha sido complejo y, en algunos momentos, ha resultado duro. Complejo porque, mientras se trabaja con los pequeños, llegar a captar una imagen interesante no es algo sencillo. Si el propósito es conseguir una narración de la acción, documentar se hace aún más difícil. Y el asunto se complica si se entiende como un trabajo colectivo en el que es preciso estar dispuestos a aceptar la incomprensión o la crítica de los demás sobre lo que tanto nos ha costado realizar, dado que pueden haber diversas interpretaciones. Hemos aprendido que documentar no tiene nada que ver con hacer publicidad, ni con reproducir cromos, imágenes siempre agradables de niños y niñas muy cucos haciendo monerías, ni con presentar una serie de imágenes de criaturas bonitas o que sencillamente quedan bien. Tampoco consiste en recopilar imágenes para vender la escuela como un producto. Documentar, para los maestros y las maestras que han participado en los debates de la Red, es algo mucho más serio, tanto desde el punto de vista pedagógico como social y político. Quizá por el mismo reto constante que aporta la documentación, cuando esta se considera una manera de crecer profesionalmente y de aprender documentando al lado de los compañeros, se consigue hacer llegar a los demás la imagen que conocemos de niño o niña fuerte, potente, capaz, alegre, solidario, inteligente, que disfruta de la vida y de la relación con los demás, y caminamos así hacia la figura de maestro o maestra potente y capaz que los niños necesitan y se merece
