Está claro que la verdad no es una fórmula que se pueda encerrar en palabras ni comunicarse de una persona a otra. El buscador espiritual sabe que la tiene que descubrir por sí mismo y que para ello debe seguir un largo camino de disciplina y meditación. Con enorme lucidez, Leo Hartong cuestiona este planteamiento clásico. Según él, la verdad no es una fórmula que se pueda poseer, ni un trofeo que se pueda alcanzar.