Durante mucho tiempo, la imagen del mundo vista desde el cielo -la vista aérea- era inaccesible para el común de los mortales y, por tanto, mítica. Tan sólo los dioses tenían el poder de alcanzar la mirada las construcciones realizadas por los hombres, de medir la amplitud de los paisajes en los que estaban situadas, de apreciar las proezas técnicas utilizadas y de comprender su diseño y su organización. Y también de contemplar la belleza de estos monumentos construidos en su honor. Los que pasaban por ahí, los visitantes, los fieles, se contentaban con una visión terrestre. Pero, actualmente, estos pueden disfrutar también del mismo privilegio de los dioses, gracias a la fotografía aérea y a la fórmula excepcional de una asombrosa puesta en escena que multiplpica los puntos de vista y desmultiplica el formato.