La rebelión del general Franco y sus cómplices militares y civiles contra el Gobierno republicano legal y legítimamente constituido llevó aparejada una deliberada represión basada en el terror y en la crueldad más expeditiva. En la retaguardia, todo aquel que de una forma u otra se había significado por su apoyo o defensa de la República fue una víctima potencial de la represión. En las zonas aledañas a los frentes de batalla, la situación fue aún peor, sobre todo al ir perdiendo territorio las tropas republicanas. Una vez tomada una localidad, las tropas rebeldes se dedicaban a la caza y captura de combatientes y simpatizantes republicanos, unas veces para juzgarlos, y otras simplemente para asesinarlos. No es un tema, en todo caso, fácil de tratar. La memoria es selectiva e intenta borrar aquello que no resulta grato recordar. Es también acomodaticia: prefi ere obviar lo desagradable, mirar hacia delante y correr un velo de olvido sobre el pasado. Así lo ha puesto de manifi esto la reciente aprobación de la llamada Ley de Memoria Histórica, que no sólo ha reabierto la polémica sobre los aspectos más duros de nuestro pasado reciente sino que ha puesto en cuestión la necesidad de rescatarlos, cuando no su propia existencia.
