La relación de la Iglesia y el Estado se hizo sentir poderosamente en la vida de la Nueva España a través de la actuación e influencia del clero, que delineó rasgos principales del carácter novohispano y se reflejó en múltiples niveles y espacios del virreinato desde el momento inicial de la conquista. Elevados dignatarios de la Iglesia resultaron ser también altos funcionarios de la corona y algunos de ellos ejercieron el cargo de virrey, incluso en el período tardío de la época colonial cuando las iniciativas de los Borbones se orientaron a aumentar el poder de la corona en los asuntos eclesiásticos y a restringir el lugar de los sacerdotes y de la religión en la vida pública.