La cuestión de si el cristiano puede pensar en una plenitud intramundana, de si serÃa posible algo asà como una utopÃa cristiana, una sÃntesis entre utopÃa y escatologÃa, puede designarse, quizá acertadamente, como el núcleo teológico del debate en torno a la teologÃa de la liberación y a los movimientos espirituales milenaristas que empiezan a surgir en la Iglesia a partir de la figura y la obra de JoaquÃn de Fiore. Una cuestión Ãntimamente vinculada a su vez con la del papel que les corresponderÃa a las órdenes religiosas (a las órdenes mendicantes) como portadoras de la dimensión pneumatológica de la existencia cristiana en su camino hacia una nueva época de la historia. Buenaventura las aborda ambas con maestrÃa escolástica, con evangélica equidad y con franciscana sencillez. Su teorÃa del conocimiento teológico, su teologÃa de la historia, su postura ante el aristotelismo y su concepción del pensamiento cientÃfico forman parte de los logros teológicos más importantes de todos los tiempos.
