Después de su best-seller Guerra perpetua para una paz perpetua, Gore Vidal vuelve con una colección de ensayos provocativos e inquietantes, en los cuales se enfrenta directamente con la Junta de la administración Cheney-Bush, que él no considera constitucional ni resultado de una legítima elección. Vidal es escéptico con respecto a las motivaciones de la Guerra contra el Terrorismo, y vuelve a poner sobre el tapete el antiguo pero siempre vigente interés de las empresas americanas en la riqueza mineral de Eurasia. ¿El derrocamiento del gobierno de los talibanes fue una reacción a la matanza del once de septiembre, o Osama Bin Laden fue elegido por razones estéticas como aterrador logo de la largamente planeada invasión de Afganistán? Como subraya Gore Vidal, cuando el nuevo premio a ganar fue el petróleo iraquí, Saddam Hussein reemplazó rápidamente a Bin Laden como encarnación del mal en la lista del Enemigo del Mes.